Dos briks de leche, cuatro huevos y media hogaza de pan que podría utilizar como arma. Es todo lo que le quedaba a Marinya en la despensa. Acababa de ver medio tazón de leche cortada. Estaba guardada en la nevera, pero no sabría decir cuántas horas habría funcionado en los últimos días, pocas. Sacó el cajón de los cubiertos y comprobó que detrás quedaban ya pocos grivnas escondidos. Marinya respiró hondo. Su pelo, antes rubio, se veía gris, mezcla de canas y ceniza. Imposible lavarlo, no salía bastante agua. Tocaba salir. Marinya tenía pánico a salir. Tanto miedo que cuando sonaban las sirenas bajaba al trastero en vez de ir al refugio, a pesar de las visibles grietas en las paredes. Allí tenía un improvisado colchón de mantas entre las que escondía su pasaporte ruso. Vivía sola desde que comenzó la guerra. Su esposo, soldado, había sido movilizado hacia el sur. A estas alturas podría ser viuda y no saberlo. No le gustaba pensar en ello… y no podía evitarlo. Marinya rebuscó en
Yo susuro que te inspires en rememorar aquellos fines de semana de Salamanca que empezaban los martes. ¿Los martes era el juego de la ruleta en el Submarino o fiesta de la cerveza en el Countrie?
ResponderEliminarYo adoraba los miércoles... ¿Cómo podían tener tantos días cerrado el Ciao (de domingo a martes, nada menos. Aims, qué poco respeto por las adictas al Kalhúa)?
Adictas al KalHúa de Zamora? el Burger? porque seria ya mucha casualidad. Yo era más "pijo" saliendo. Aunque hubo que dejarlo por el bien de mi carrera jajaja. Ya no recuerdo aquellos tiempos más que vagamente, que ya soy un abuelete (como mi chica no se cansa de repetirme).
ResponderEliminarCYBRGHOST
Mmm... qué va a pensar la gente de mi?? si dices que no me canso de repetirte que eres un abuelete?? con lo que yo te mimo.. jejejjejeje!! muuuuaaaakkkksssss!!!!
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