Dos briks de leche, cuatro huevos y media hogaza de pan que podría utilizar como arma. Es todo lo que le quedaba a Marinya en la despensa. Acababa de ver medio tazón de leche cortada. Estaba guardada en la nevera, pero no sabría decir cuántas horas habría funcionado en los últimos días, pocas. Sacó el cajón de los cubiertos y comprobó que detrás quedaban ya pocos grivnas escondidos. Marinya respiró hondo. Su pelo, antes rubio, se veía gris, mezcla de canas y ceniza. Imposible lavarlo, no salía bastante agua. Tocaba salir. Marinya tenía pánico a salir. Tanto miedo que cuando sonaban las sirenas bajaba al trastero en vez de ir al refugio, a pesar de las visibles grietas en las paredes. Allí tenía un improvisado colchón de mantas entre las que escondía su pasaporte ruso. Vivía sola desde que comenzó la guerra. Su esposo, soldado, había sido movilizado hacia el sur. A estas alturas podría ser viuda y no saberlo. No le gustaba pensar en ello… y no podía evitarlo. Marinya rebuscó en
Hola Miguel Angel, vas a tener que borrarme este comentario porque voy a hacer alusión a tu entrada anterior: en mi blog me dijiste que eras un pesimista positivo, y ahora vas a ser un optimista contra todo. Vale, pues me he hecho un pequeño lío, pero no importa, porque entiendo lo que dices o creo entenderlo.
ResponderEliminarTiempos difíciles a los que hay que poner buena cara, incertidumbres que nos acechan tras las esquinas y nos hacen maniobrar en uno u otro sentido, tiempos que nos restan tiempo y nos generan dudas. Bueno, creo que por el camino del optimismo se va mejor que por el otro, de verdad.
Respecto al cuerpo de roble (es para que no me borres ;) me gusta cómo has transformado la barrica en un elemento personificado, con vientre, cuerpo y sangre. ¡Chulísimo!
Una abrazo Miguel Angel y nos seguiremos leyendo.
Eres original saltándote las normas. Me alegro que te guste. Desgraciadamente no fue lo suficentemente bueno ni para ser finalista.
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