Limann
oscilaba lacónico su brazo derecho en el aire mientras dejaba que las lágrimas
resbalasen desganadas por sus tiznadas mejillas. Desde el andén clavaba la
mirada en el convoy, cada vez más pequeño, que se llevaba un trocito de su
alma. Allí viajaban su madre, con sus dolores y reumas, su padre y su tos de
ultratumba y su hermano pequeño, excepto el brazo derecho, que se separó de él
hace dos meses en un trágico accidente. Ninguno de los cuatro tenía claro dónde
iban, aunque ellos tres estaban convencidos que a un lugar mejor. Eso esperaba
Limann, aunque era de natural más desconfiado. Cuando ya sólo oteaba una fina
columna de humo, giró sus destartaladas botas hacia las faraónicas vetas de
roca que le seguían esperando. Antes de recoger el pico, rogó al señor volver a
verlos.
Miguelángel Pegarz
cYBRGHOST
Humo por bombas, eso ha cambiado en sus vidas, sólo que ahora son ellos quien las tiran.
ResponderEliminarSaludos
Genocidios y campos de concentración ha habido más, no sólo a los que te refieres. Y la historia no se centra en ninguno en particular. No entro en valoraciones políticas, por eso esta entrada estuvo tanto tiempo en nevera, porque me temía esto. Sólo diré que confundir a un ejercito o a un gobierno con todo un pueblo es peligrosamente simplicista. Y no quiero entrar en debates políticos, de hecho tengo serias dudas si debería haber pasado este comentario de acuerdo con la sagrada regla que encabeza el blog.
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