No acertaba ni a imaginar cómo aquel traje había llegado a
sus manos. Pero sin ningún género de dudas era auténtico, del enigmático tejido
que lo aguanta todo y dota de excepcionales poderes, en los característicos
tonos azul y rojo. Y allí estaba, ofreciéndoselo. Pero tuvo que rechazarlo.
Aunque no logró que lo entendiese, trató de explicarle que esa enorme S en el
pecho lo estropeaba todo, mientras su puño se crispaba plegándose como una
araña al ser pisada.
Miguel Ángel Pegarz
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