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CRIMEN PERFECTO

No le conoce, ni falta que hace.  En su mano veintitrés centímetros de hoja de aleación de acero carbonado. Penetran limpiamente entre su séptima y octava costilla izquierda en ángulo de treinta grados. Eso asegura la mortalidad de la puñalada y además, efectividad instantánea, que aborta cualquier posibilidad de grito de la víctima. Como efecto secundario, la muerte será piadosa.
Tras ese primer impacto, otras treinta y siete cuchilladas repartidas aleatoriamente por el torso; treinta y tres trayectorias limpias y cuatro que se cruzan. Ha mejorado mucho, pero debe seguir practicando.

Miguel Ángel Pegarz

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