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Mostrando entradas de mayo, 2020

DELIRIOS PARANOIDES

  No quiero volver a verte nunca más. Por eso te rajé las ruedas del coche. Por eso también quemé la casa; y con la misma motivación te empujé por las escaleras. Lejos de ceder, me dices que no le dé vueltas, que dijimos en lo bueno y en lo malo, que lo superaremos. No me ha quedado otra salida que arrancarme los ojos. He conseguido dejar de verte y parece que los doctores no podrán evitar que sea para siempre. El problema es que ahora dicen que estoy loca y me han recluido aquí. Miguel Ángel Pegarz c YBRGHOST

LA TRANQUILIDAD DEL CAMPO

Charles ha decidido viajar a Rochester y pasar allí unos días, con no sé qué amigo, antes de reincorporarse a sus clases en Oxford. Mathew viajó ayer mismo a Londres, al parecer, problemas de negocios que le absorberán lo que queda de verano. Su madre, como acostumbra desde hace años por estas fechas, viajó la semana pasada al balneario de Stanford para permanecer allí lo que resta de mes. Incluso su esposa acaba de partir de forma imprevista a Exeter, donde, según carta recibida esta misma mañana, la salud de su suegra es delicada. Así que, si exceptuamos al servicio, Lord Hamilton se encuentra solo en el palacete de la campiña. Al fin. Miguel Ángel Pegarz c YBRGHOST

GAJES DEL OFICIO

Le confesé a mi padre lo que había hecho, los años de engaños y disimulos. Uno pertenece a la familia en que nace y en algunas, como la mía, eso conlleva ciertas obligaciones implícitas. Los negocios de mi familia abarcan robo, secuestro, extorsión e incluso asesinato; mentir es rutina y por los años que llevo sin ser descubierto se me da muy bien. Pero no es compatible con la vida que deseo llevar. Mi   revelación tuvo que ser muy dura para él, pero lo que verdaderamente le destrozó fue oírme decir que deseaba ordenarme sacerdote. Sólo acertó a preguntarse en bucle qué hizo mal. Miguel Ángel Pegarz c YBRGHOST

TELETRANSPORTE

Brais extrajo ávido un libro del primer estante a la izquierda, casi según entraba. De pronto noto cómo las páginas le succionaban y se encontró rodeado de balas tentando su suerte. Corrió evitándolas como pudo y llegó, sin explicación, a los estantes del piso superior. Confuso, extrajo otro libro, y al levantar la vista, esqueletos de árboles sobre tierra gris le rodeaban. El aire quemaba y conseguía avanzar con dificultad. Al fin, apareció estuporoso al fondo y consiguió extraer otro volumen. Respiró tranquilo al verse en un jardín rodeado de ranas, unicornios y animales parlantes. Allí permaneció hasta que un dedo martilleado su hombro le devolvió a la realidad. Era la hora de cerrar. Miguel Ángel Pegarz c YBRGHOST