Sus Manos arañaban ansiosas en terreno mientras repetía “ya voy hijo, aguanta” como una letanía. Fue retirando enloquecido tierra y más tierra hasta acudir a la llamada de auxilio. Rodeado de una turba armada y rabiosa, el chico se acurrucaba lloroso en un rincón llamando a su padre. Él decía que siempre podía oírlo. La batida confirmó su sospecha: el chico era portador del Mal. Pero, ahora que había llegado su padre, nadie se atrevía a dar un paso. Miguel Ángel Pegarz c YBRGHOST
ESPACIO LIBRE DE POLÍTICA. Gracias por respetarlo.
El Administrador de esta bitácora no guarda ningún tipo de información sobre los usuarios.
(Este sitio utiliza cookies de Blogger y ocasionalmente de i-Voox si escuchas los audios. Si continúas la navegación se entiende que estás de acuerdo con ello)