Sólo cenizas ocupaban los trescientos metros de terreno donde antes se asentaba su hogar. No es que no quedase ni rastro del césped, ni del par de frutales, es que no quedaba ni rastro de la vivienda, ni un trozo de viga. Absolutamente todo había quedado reducido a polvo. Un par de pesadas lágrimas se dejaban caer desganadas por sus pómulos. Allí estaba el esfuerzo de toda su vida. Un leve murmullo escapaba entre sus labios: “Ahora ya pueden venir a desahuciar” Miguel Ángel Pegarz c YBRGHOST Con el cambio de Blogger ha sido imposible introducir el reproductor, pero podéis escuchar el audio si os apetece AQUÍ .
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