No era el mar pero se
le parecía, con ese profundo azul y esas salpicaduras blancas de aspecto
espumoso. En su agradable balanceo, sólo atendía al murmullo del viento.
Recordó su infancia, flotando, la mirada hacia arriba, aprendiendo. Sintió unas
ganas irrefrenables de nadar así. Entonces fue cuando tropezó con las alas.
Recordó todo. Y se rompió la magia del momento.
Miguel Ángel Pegarz
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