Cuando llegué estaban
poniendo la mesa para cenar pero faltaba un servicio. Me ignoraban
completamente, todos, sin excepción. Notaba algo extraño en el salón, tardé en
percatarme de la ausencia de mis libros y mis fotografías. Salí azorado hacia
la puerta de casa y me asusté al notar que no me reflejaba en el espejo de la
entrada. Recordé que la noche anterior había
soñado con una nochebuena de mi infancia. Entonces comprendí: los
recortes de plantilla habían llegado a los cuentos.
Miguel Ángel Pegarz
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