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EL GRAN JUEGO.

Te sientes nervioso como un adolescente. Da igual la edad que tengas, ni el convencimiento que tengas de un resultado. Nunca controlas la situación; Haces ver eso, eliges cuidadosamente el sitio, llevas el peso de la conversación, marcas los tiempos. Poco a poco vas sonsacando el tema. Parece que la cosa va bien. Continúas. Parece que la cosa va bien. Realizas una aproximación. Empiezas a creer en ti y en tus posibilidades. No por ello bajas la guardia. Notas cierta tensión, aunque no es una tensión ni mucho menos desagradable. Notas ciertos nervios también enfrente de ti. No sabes cómo interpretarlos, puede ser una buena o una mala señal. Pero ya has llegado demasiado lejos para dar la vuelta. Parecería una huída. No, sería una huída, y sería muy ridículo. Así que sigues el juego. Tratas de controlarlo, cada mirada, cada contacto, cada frase, cada pregunta, el tiempo…. Un intento de olvidar que, en realidad, tú no controlas nada. Y cuando crees que es el momento apropiado, te expones, das la vuelta a tus cartas, dejas ver tu jugada. Has jugado bien esta vez, hasta tú mismo te lo reconoces. Pero ellas siempre tienen la mejor jugada. Y hoy tampoco tocaba ganar. Cierto o disculpa con intención de no herir, como siempre hay un argumento. Un argumento que como tantas veces no es favorable a tus intereses. Pero ese es SU juego. Y Nunca lo reconocemos, pero por dentro quedas herido, te has descubierto, y en ese momento eres vulnerable. Y queda otra herida, y escuece. Por eso cada vez te cuesta más, porque duele. Y el Tiempo pasa, y cada herida te invade de nostalgia y te hace sentir un poco más viejo y creer un poco menos.

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