Allí, frente al espejo del baño, repasaba cada detalle. Bien afeitado, y eso que ponerse las gafas para apurar bien le hacía sentir ridículo. El traje de los domingos, o bueno, el traje, porque nunca tuvo otro, bien cepillado y sin una mancha. La corbata, que no recordaba la última vez que se la puso. Y un clavel en la solapa, que si recordaba la última vez que se lo puso, y la única, el día de su boda. A él le seguía pareciendo una mariconada, pero a las mujeres les gustan esas tonterías. Se sentía un poco estúpido. No tenía edad ya para temblarle las piernas si no era por la circulación o la artrosis. Y a los ochenta, los nudos en el estómago se deben a una digestión pesada o a la hernia de hiato. Pero ahí estaba él, frente al espejo del baño, arreglándose como si fuera su primera comunión, temblando como un flan y con un nudo en la boca del estómago. Cogió el bastón, pero en el último momento lo dejó contra la pared. Y enfiló la puerta, emocionado como un chiquillo. Cybrghost ...
"Su publicidad aquí" en medio del ruido blanco :-)
ResponderEliminarPara ciertas cosas, mejor muerto que vivo, ¿no?
Vivir está sobrevalorado. Y siempre se caduca.
EliminarMe gusta :-)
ResponderEliminarMuchas gracias. Un honor viniendo de usted.
EliminarMuchísimas gracias por leer aun más por comentar a algo.
ResponderEliminarMe gusta lo que escribiste no lo desmenuzo ni nalizo como todas las obras las deleito abrazos desde Miami
ResponderEliminarCelebro que te guste. Muchas gracias por leer y casi infinitas por comentar.
EliminarAbrazo de vuelta. Salud.