Querida Milagros:
Supongo que te extrañará recibir carta mía a estas alturas.
Seguramente no esperases recibirla, pero sé que la has abierto y estás leyendo.
Te ruego que lo hagas hasta el final, es importante. Seré breve y pienso que
merecerá la pena. No sé si me has extrañado durante este tiempo. Supongo que al
principio sí; siempre tuvimos esa extraña dependencia, luego se habrá mitigado.
¿Cómo está Sergio? Debe ser ya enorme. ¿Le hablas de mí? No sé si prefiero que
lo hagas o no. Lamento profundamente que esta carta esté llena de suposiciones,
pero es inevitable con la distancia.
Te ofrecería disculpas por todo lo vivido, pero a estas
alturas no le encuentro sentido. Aunque no lo creas, os he echado de menos. A
ti y al crío, aunque apenas haya llegado a conocerlo.
Quizá ya me hubieras dado por muerto, pero conociéndote lo
dudo. Por eso me he decidido a escribir esta misiva. Te podría contar mil cosas
que posiblemente no quieras escuchar. Pero me veo obligado a ser breve y
directo. Tú verás después cómo y si se lo cuentas al niño.
NO VOY A VOLVER A HACER DE NUESTRA VIDA UN INFIERNO. PARA
CUANDO LEAS ESTO YA ESTARÉ MUERTO.
Esta vez me cogieron.
PD: Siempre os quise.
Miguel Ángel Pegarz
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