Cuando me casé con mi esposo, ya conocía sus arranques de
genio. Los conocía yo y media comarca, tal era su calibre. No obstante, como le
amaba con locura, jamás ni amagó con levantarme la mano, y tal cual venían se
iban, yo los toleraba. Era habitual que abriera la ventana vociferando y
arrojara botellas, jarrones, sillas… todo lo que imaginen. Pero el otro día en
su arrebato cogió a nuestro hijo. Ahí ya tuve que plantarme y le puse en la
calle; por la ventana, por supuesto, como a él le gusta.
Miguel Ángel Pegarz
cYBRGHOST
Buen final, sin duda.
ResponderEliminarMuchas gracias por leer y muchísimas más aún por comentar. Un honor contar con tu comentario.
EliminarSalud.
Jajaja genial me ha encantado ese humor negro negro. Jajaja abrazos
ResponderEliminarLo celebro. Tengo un humor muy negro, aunque soy mucho más negro que humor. Muchas gracias por leer y muchas más aún por comentar.
EliminarSalud
¡Vaya, vaya con las ventanas!
ResponderEliminarA mi me encantan pero para mirar y observar lo que pasa en la calle.
Defenestrar es muy muy feo, pero si viene bien para cerrar el relato, perfecto!!
Besicos, amigo
Yo depende el rato me gustan o no. A veces soy muy cotila, otras las prefiero cerradas que nadie pueda ver nada. Aunque viví un par de meses sin ventanas (literal) y es horrible. Yo me estoy volviendo fan de la Reina de Corazones.
EliminarMuchas gracias por leer y aún más por comentar.
Salud.
¿Cómo pudiste vivir sin ventanas?... creo que me moriría de pena. Ya me cuestan los cielos grises de mi ciudad, como para aguantar las bombillas día y noche en mi habitar. Sé que este comentario llega tarde, pero me ha gustaado mucho este texto tuyo, tan "negro" como te dicen por ahí arriba y tan bien finalizado, en su punto justo, ni antes, ni después. ¡Un abrazo!
EliminarBueno, fueron unos meses donde no tenía mucho donde escoger para vivir.
EliminarMuchas gracias por leer y aún más por comentar.
Salud.