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HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO

Cuando me casé con mi esposo, ya conocía sus arranques de genio. Los conocía yo y media comarca, tal era su calibre. No obstante, como le amaba con locura, jamás ni amagó con levantarme la mano, y tal cual venían se iban, yo los toleraba. Era habitual que abriera la ventana vociferando y arrojara botellas, jarrones, sillas… todo lo que imaginen. Pero el otro día en su arrebato cogió a nuestro hijo. Ahí ya tuve que plantarme y le puse en la calle; por la ventana, por supuesto, como a él le gusta.

Miguel Ángel Pegarz

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Comentarios

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias por leer y muchísimas más aún por comentar. Un honor contar con tu comentario.
      Salud.

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  2. Jajaja genial me ha encantado ese humor negro negro. Jajaja abrazos

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    1. Lo celebro. Tengo un humor muy negro, aunque soy mucho más negro que humor. Muchas gracias por leer y muchas más aún por comentar.
      Salud

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  3. ¡Vaya, vaya con las ventanas!
    A mi me encantan pero para mirar y observar lo que pasa en la calle.
    Defenestrar es muy muy feo, pero si viene bien para cerrar el relato, perfecto!!
    Besicos, amigo

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    1. Yo depende el rato me gustan o no. A veces soy muy cotila, otras las prefiero cerradas que nadie pueda ver nada. Aunque viví un par de meses sin ventanas (literal) y es horrible. Yo me estoy volviendo fan de la Reina de Corazones.
      Muchas gracias por leer y aún más por comentar.
      Salud.

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    2. ¿Cómo pudiste vivir sin ventanas?... creo que me moriría de pena. Ya me cuestan los cielos grises de mi ciudad, como para aguantar las bombillas día y noche en mi habitar. Sé que este comentario llega tarde, pero me ha gustaado mucho este texto tuyo, tan "negro" como te dicen por ahí arriba y tan bien finalizado, en su punto justo, ni antes, ni después. ¡Un abrazo!

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    3. Bueno, fueron unos meses donde no tenía mucho donde escoger para vivir.
      Muchas gracias por leer y aún más por comentar.
      Salud.

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