
Ninguno de los dos recordaba con exactitud cuando se conocieron. Claro que para él eso no era extraño. Desde su ingreso en el club de los octogenarios su memoria se había resentido. “Es la cuota por vivir de más” solía decir, mitad de humor, mitad de nerviosismo. Pasaba por allí a diario, haciendo su paseo de siempre. Cuando uno se hace viejo casi todo es rutinario. Al menos él presumía de que su rutina la había elegido él, no sus hijos. Le dolía aún que no la escogiera su difunta esposa. El caso es que ese día le dolían las rodillas más que de costumbre y se sentó en un banco. No le sonaba la cara del caballero del banco de al lado.
- Perdone, usted es nuevo por aquí ¿no?.
- Sí, me he venido con una hija. Estaban ya muy pesados con que no estoy para vivir solo en el pueblo.
- ¿Es viudo?. Yo también, hace 2 años
- ¡Uy!, yo ya van 12. Un infarto la pobre, siempre estuvo delicada
- …
Y así poco a poco ambos daban su paseo y acaban en aquellos dos bancos al sol, “que la sangre de viejo necesita calentarse”. Casi sin darse cuenta se convirtieron en acompañantes de sus soledades, que a sus años viene a ser algo muy parecido a la amistad verdadera.
Un día se sentó solo. Le extrañó. Otro día más; no era una consulta. Cambió de hora, no está tampoco. Una semana, estará en el Hospital. Y al mes decidió cambiar de ruta, evitar ese banco. No le preguntes. Sólo te diría que no volvió a verlo. Y que no sabe, aunque sí que sabe. No quiere saber.
Ha vuelto a los bancos que dejó hace seis años. Esos sí sabe porqué los dejó. Pero los 90 pesan, y ya no quedan bancos sin lágrimas secas. Y esos le caen de paso a su hija, que hace tres años decidió que ya está mayor para vivir solo.
CYBRGHOST
Serán los bancos individuales, los octogenarios "con años extras" o tu propia destreza, pero a mí personalmente, me encanta ver cómo 'te' actualizas en esta nueva fase; y por supuesto: lo parido.
ResponderEliminarSalud!
Jo, me gustó, qué penilla, cómo echo de menos a mi abuita...Ayer en el teatro eran todo abuelillas, riéndose de los chistes verdes. Más majas...:-)
ResponderEliminarPues gracias Dani, como viene o no viene, pero no es un acto del todo controlado esperemos que dure.
ResponderEliminarAli, pues el mejor homenaje es que sigas tratándolos como a personas adultas que son y no como a niños, error que muchas veces cometemos.
Es quizá la entrada que más me ha gustado... cuánta verdad y sobre todo cuánta calidad literaria hay en cada unos de los renglones. Sigue en tu línea...
ResponderEliminarGracias por compartirlo con todos nosotros.
Alis, me adulas, hay gente que escribe mucho mejor (arriba hay un comentario de uno). Y gracias los que lo leéis.
ResponderEliminarTanto la foto como el relato, me hacen pensar en que todos somos viajeros y compañeros inacabados, como la tertulia de tu escrito, que me parece excelente narración, y que no deja indiferente a quien tenga la suerte de leerla
ResponderEliminarUn saludo
Marian: Gracias,me alegro de verte por aquí y espero que repitas.
ResponderEliminarEsos bancos son el único refugio de muchas personas que no encuentran en casa lo que allí sí hallan.
ResponderEliminarSaludos
Por un momento pensé que a esas alturas los dos viejitos iban a enamorarse... pero qué triste deben sentirse cuando se van "secando lágrimas"
ResponderEliminarPrecioso Cybr!
Abrazos
Melancólica sutileza en este micro.
ResponderEliminar¡Muy bueno amigo!
Un abrazo
Dulce y amargo,... como la vida. Hay en este texto reflexiones y frases que se quedan dando vueltas en las entendederas.
ResponderEliminarMe ha encantado, Ghost. Mi sombrero.
Muy tierno, me ha gustado. Un abrazo fuerte y suerte en la reunión de micros.
ResponderEliminarHola
ResponderEliminarQuería invitarte a que pases por mi blog y leas la narración homenaje a todos los compañeros de anónima: http://azullavable.blogspot.com/2010/10/ejercitando-la-derrota.html
Saludos
Julio
Anita, Miguel, Kum y MAite, gracias por la visita y por vuestras reflexiones.
ResponderEliminarJulio pasaré por allí a ver.