Braulio es un hombre sin orgullo. Siempre cumple con su
obligación, con lo que le piden, con lo que falta, con lo que nadie quiere. Se
conforma con las buenas palabras y, sólo al final del día, se mira al espejo,
agotado, y se siente un pusilánime. En eso estaba hoy cuando su reflejo ha
sacado la mano a esta realidad, y le ha cruzado la cara con un restallante
bofetón.
¡Espabila imbécil!¡Me tienes harto! — le ha espetado — Los
espejos nunca mienten, y estoy hasta los huevos de que aquí detrás todos se
rían de mi.
Miguel Ángel Pegarz
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