
Como cada mañana se levantó temprano, cuando aún no había amanecido del todo. Se colocó cuidadosamente el kimono y abrió las puertas. Respiró profundamente, cinco veces, cinco segundos por vez. Cogió su bastón y uno por uno bajó los tres escalones que le separaban del mar de arena que constituía el jardín; tres segundos por escalón. Caminó diez metros, ni uno más ni uno menos, con paso lento y calculado. Trazó una línea en la arena con el bastón, un metro, y se puso de rodillas. Por espacio de trece minutos estuvo allí, impávido, los ojos cerrados, ajeno a la fuerte lluvia que le atacaba el rostro. Transcurrido el tiempo abrió los ojos, desgarró el aire con un fuerte grito y retornó a la casa, despacio. Desde hacía ya veinte años, sin que nadie conociera la causa, Yoritomo repetía aquel ritual, ajeno a todo lo que le rodease, le atacara el frío o le acariciase el calor. Y una vez al año, siempre el mismo día, después del grito dejaba deslizar un par de lagrimas por sus mejillas.
CYBRGHOST
Pues si que transmite. Más que lo que dices (que también) la fuerza radica en lo que insinuas, en la historia de Yoritomo que no se cuenta. Muy bueno.
ResponderEliminarGracias, me alegro de que te guste y bienvenido.
ResponderEliminarMe gusta mucho Cybr, gracias por reciclarlo!!! Si no tengo tiempo de leer los blogs, menos de ir a los archivos.
ResponderEliminarPreciosa historia, dice más lo que calla, como dice Deprisa
Un beso
Es uno de los motivos por los que cuando tengo más material publico igualmente cada semana, para facilitar que los poquitos que me leen lo hagan.
ResponderEliminarMe alegro que te gustase, reciclaré alguno más.