Anselmo se levantó con la fresca, para lo que iba a hacer no le quedaba otra que hacerlo con las primeras luces del día. Se dirigió a la caseta de los aperos y cogió una azada. Como esperaba sólo se cruzó con el Groucho, nadie sabía cuándo dormía, se pasaba las horas dando vueltas al pueblo con su mostacho y su faria en los labios. Se saludaron con la cabeza; ese ni mu, como si no le hubiera visto.
Enfiló a las afueras del pueblo y con destreza adquirida a
base de callos cavó alrededor de la torre del 4G ese. Después volvió dando un
rodeo por la Piscina Municipal. Saltar la verja le iba a dejar días con el lomo
quebrado, lo sabía, pero para conseguir algo hay que pelearlo sean los tiempos
que sean. Repitió operación con los árboles que rodeaban el vaso y lo bien
disimulada que le quedo la jera, se le hinchaba el pecho al mirar. Ahora ya
podía ir a desayunar al bar.
En la plaza se juntaban los padres, porque en los pueblos se madruga, con los hijos que volvían de
bodegas y peñas, porque en el pueblo no
pasa nada. Le cayeron varias
fotos por ir con la azada al hombro y tuvo que morderse la lengua para no
armarla. Una cosa es la Juanita, la nieta del Paco, que la ha visto en pañales
y ahora estudia para fotógrafa y otra esos mindundis que no conoce de nada y le
miran como si fuese el zoo.
Cuando llegó Manolo estaba comentando que después de misa
cerraba, los del tiempo habían dicho que se iba a montar una ciclogénesis de
esas de órdago, ya vería si después abría si escampaba rápido. Despotricaron un
rato de los paletos de ciudad, que si estaban invadiendo el pueblo, que si
ahora querían edificar pisos, así hasta que todos se llevaron su traje. Manolo se
partió de risa cuando Anselmo contó que Sole le había dicho de amurallar el
pueblo con pacas y recibirlos a pedradas.
Anselmo fue a recogerse. La mañana parecía buena pero a los
del tiempo hay que respetarlos que saben lo que se dicen. O eso espera, si no a
la mierda su plan.
A mediodía se armó la de Dios es Cristo. Años hacía de la
última tormenta así. Fueron un par de horas, pero la entena de telefonía móvil se
vino abajo y la piscina quedaría cerrada al menos una semana, los árboles
cayeron dentro.
A la entrada del pueblo Sole y Anselmo observaban la
peregrinación de nerorrurales hacia la cercana capital.
— Ya
te dije yo que lo arreglaba —
— La
has liado parda, Anselmo —
— Nada,
si a la piscina no podíamos ir con todos estos.
Y lo del teléfono lo lleva el mayor de
Fernando, lo arreglan rápido.
Pero como Luis se lo cuente a los del
periódico te juro que lo apedreo como dicen estos animales que hacemos —
— Es
que esto ya no era el pueblo, era un circo y nosotros los payasos.
¡Querían construir dos torres de viviendas!
—
— Pues
eso. Algo había que hacer —
— Hay
que avisar a Javi y a Adela y a Bruno —
— Sí,
no vayan a irse, que sepan que va para poco —
— Es
que no hay color, ellos y estos —
— El
que quiera venirse al pueblo que se venga, pero no a darnos lecciones de cómo
se hacen las cosas —
— Voy
a llamar a la niña no vaya a preocuparse, no me he dado cuenta y le he puesto
un mensaje —
Miguel Ángel Pegarz
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