Había pedido a los
Reyes que le devolvieran a su papá con la fe de la desesperación, de aquel
que ya no cree en nada y sólo le queda agarrarse con ansia a supersticiones ya
superadas. El seis de enero le despertó el tremendo jaleo procedente de las
calles. Al parecer ningún chaval tenía sus regalos. Encendió la radio mientras
preparaba el café, emitían un boletín especial informativo:
“Anoche tres
individuos, uno de ellos de raza negra, han reventado, en circunstancias aún
por esclarecer, el muro perimetral de la prisión provincial para posteriormente
realizar un butrón en una de las celdas de la planta baja, facilitando la huida
de dos presos. Se desconoce la relación…”
Sonó el timbre.
Miguel Ángel Pegarz
Que sorpresa se llevaría cuando abrió la puerta. Saludos.
ResponderEliminarGracias por leer y aún más por comentar.
EliminarPosiblemente, aunque como terminaban las películas de Conan... "pero eso ya es ora historia".
Salud.
Y el otro extremo es haberlos convertido en delincuentes por preservar su fe, seguro valió la pena.
ResponderEliminarAún paseando.
Muchas gracias por leer y aún más por comentar.
EliminarSalud.