Allí, frente al espejo del baño, repasaba cada detalle. Bien afeitado, y eso que ponerse las gafas para apurar bien le hacía sentir ridículo. El traje de los domingos, o bueno, el traje, porque nunca tuvo otro, bien cepillado y sin una mancha. La corbata, que no recordaba la última vez que se la puso. Y un clavel en la solapa, que si recordaba la última vez que se lo puso, y la única, el día de su boda. A él le seguía pareciendo una mariconada, pero a las mujeres les gustan esas tonterías. Se sentía un poco estúpido. No tenía edad ya para temblarle las piernas si no era por la circulación o la artrosis. Y a los ochenta, los nudos en el estómago se deben a una digestión pesada o a la hernia de hiato. Pero ahí estaba él, frente al espejo del baño, arreglándose como si fuera su primera comunión, temblando como un flan y con un nudo en la boca del estómago. Cogió el bastón, pero en el último momento lo dejó contra la pared. Y enfiló la puerta, emocionado como un chiquillo. Cybrghost ...
Una rabieta realmente salvaje! Me gusta como dejas al lector imaginar esa macabra escena. No sé si llegan a tanto, espero que no, pero la verdad es que hay muchos niños que tienen reacciones realmente exageradas, desproporcionadas, por una rabieta o un capricho. Será cuestión de valores y de educación?
ResponderEliminarSeguro que lo es. Celebro que te guste el texto. mi la verdad, me parece una imporvisación barata.
EliminarSi que fue gorda, si. Me ha gustado, cuentas mucho sin decir casi nada. El título y la imagen redondean el texto.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Muchas gracias, aunque me remito al primer comentario, me parece una imporvisación más que otra cosa. Y la imagen sí que es casual. Sin apenas tiempo para nada, me veo obligada repetir imágenes a falta de clasificar las miles que tengo y de hacer más.
EliminarY vienes hasta mi blog para decirme que quizás tires la toalla???? ¡pero bueno!, acabas de construir un micro de los que muchas veces han dicho que en escritos como este se sustenta el arte del microrrelato : mostrar sin contar, expresar sin decir, dibujar escenas para que el lector las interprete y las viva. ¿Y me dices eso de tirar la toalla? ¡anda!, date un paseo por mi blog de nuevo para leer el comentario que acabo de escribirte, y que ni se te ocurra....
ResponderEliminarComo dice Maite los niños no tienen muchas veces medidas sus acciones y sus arrebatos, es cuando van madurando cuando comprenden lo exagerado de sus acciones.
Besos para tí y buen fin de semana.
No, dije en tu blog que igual dejaba éste concurso. Cuando no hay nada que hacer es lo mejor, ya lo hice con Cuenta 140. La escritura es la eterna duda, pero eso no lo dejo en tu blog, lo desperdigo por toda la blogosfera. La escritura no es para gente fácilmente frustable como yo. A mi este relato me resulta pobre, así que igual es que el problema es que no entiendo de microrrelato (que también). Y escritor yo... yo digo siempre que son palabras mayores eso, tengo una sempiterna discusión al respecto con Patricia Nasello.
EliminarY no creo que el arte del microrrelato, afortunadamente, se sustente en mis textos.
¡Excelente micro, Cybrghost! Una pieza que crece en lo elidido, en esa parte de la historia que omites y dejas en mano de los lectores para que cada quien arme a su gusto.
ResponderEliminarMe sumo a lo dicho por Laura y no digo más.
Un abrazo.
Pues te agradezco una vez más tus palabras y me remito a lo dicho a Laura.
EliminarLos colores de la infancia. Me gusta porque al final te deja con ganas de gritar, y eso que la imagen que has puesto anticipa en parte el resultado final.
ResponderEliminarsaludillos
Procuro que la imagen cuadre, aunque esta ya ha salido repetida.
EliminarCelebro que te guste.