Allí, frente al espejo del baño, repasaba cada detalle. Bien afeitado, y eso que ponerse las gafas para apurar bien le hacía sentir ridículo. El traje de los domingos, o bueno, el traje, porque nunca tuvo otro, bien cepillado y sin una mancha. La corbata, que no recordaba la última vez que se la puso. Y un clavel en la solapa, que si recordaba la última vez que se lo puso, y la única, el día de su boda. A él le seguía pareciendo una mariconada, pero a las mujeres les gustan esas tonterías. Se sentía un poco estúpido. No tenía edad ya para temblarle las piernas si no era por la circulación o la artrosis. Y a los ochenta, los nudos en el estómago se deben a una digestión pesada o a la hernia de hiato. Pero ahí estaba él, frente al espejo del baño, arreglándose como si fuera su primera comunión, temblando como un flan y con un nudo en la boca del estómago. Cogió el bastón, pero en el último momento lo dejó contra la pared. Y enfiló la puerta, emocionado como un chiquillo. Cybrghost ...
El agua puede dar la vida o quitarla. La vida tambien. Me gusta esta serie de micropoesía.
ResponderEliminarSaludos
Gracias, por pasar, por comentar y por tu halago.
EliminarEl agua, compañera de fatigas, redondea tu poema.
ResponderEliminarSomos agua.
EliminarComo nosotros mismos...
ResponderEliminarUn abrazo, Cybrghost.
Lo somos en un 90%
EliminarAsí es...
ResponderEliminarBesos desde el aire
Pues eso :-). Me dejas los comentarios por andanadas jaja. Gracias por ello.
Eliminar