Allí, frente al espejo del baño, repasaba cada detalle. Bien afeitado, y eso que ponerse las gafas para apurar bien le hacía sentir ridículo. El traje de los domingos, o bueno, el traje, porque nunca tuvo otro, bien cepillado y sin una mancha. La corbata, que no recordaba la última vez que se la puso. Y un clavel en la solapa, que si recordaba la última vez que se lo puso, y la única, el día de su boda. A él le seguía pareciendo una mariconada, pero a las mujeres les gustan esas tonterías. Se sentía un poco estúpido. No tenía edad ya para temblarle las piernas si no era por la circulación o la artrosis. Y a los ochenta, los nudos en el estómago se deben a una digestión pesada o a la hernia de hiato. Pero ahí estaba él, frente al espejo del baño, arreglándose como si fuera su primera comunión, temblando como un flan y con un nudo en la boca del estómago. Cogió el bastón, pero en el último momento lo dejó contra la pared. Y enfiló la puerta, emocionado como un chiquillo. Cybrghost ...
Si, y mañana también será hoy, o al menos eso espero.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Mañana no existe, nunca.
EliminarMañana sólo existe en nuestra imaginación
EliminarNi mañana ni ayer, solo hoy, pero cómo nos gusta irnos.
ResponderEliminarAbrazos
A mi no, que en mi pasado siempre veo fantasmas y en mi futuro derrotas.
EliminarBuena reflexión! Y en tan pocas palabras que todavía es más impactantes. Siempre tan pendientes del futuro mientras se nos escapa la vida entre los dedos.
ResponderEliminarEso mismo. Gracias.
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