Allí, frente al espejo del baño, repasaba cada detalle. Bien afeitado, y eso que ponerse las gafas para apurar bien le hacía sentir ridículo. El traje de los domingos, o bueno, el traje, porque nunca tuvo otro, bien cepillado y sin una mancha. La corbata, que no recordaba la última vez que se la puso. Y un clavel en la solapa, que si recordaba la última vez que se lo puso, y la única, el día de su boda. A él le seguía pareciendo una mariconada, pero a las mujeres les gustan esas tonterías. Se sentía un poco estúpido. No tenía edad ya para temblarle las piernas si no era por la circulación o la artrosis. Y a los ochenta, los nudos en el estómago se deben a una digestión pesada o a la hernia de hiato. Pero ahí estaba él, frente al espejo del baño, arreglándose como si fuera su primera comunión, temblando como un flan y con un nudo en la boca del estómago. Cogió el bastón, pero en el último momento lo dejó contra la pared. Y enfiló la puerta, emocionado como un chiquillo. Cybrghost ...
Hola Miguel Angel, vas a tener que borrarme este comentario porque voy a hacer alusión a tu entrada anterior: en mi blog me dijiste que eras un pesimista positivo, y ahora vas a ser un optimista contra todo. Vale, pues me he hecho un pequeño lío, pero no importa, porque entiendo lo que dices o creo entenderlo.
ResponderEliminarTiempos difíciles a los que hay que poner buena cara, incertidumbres que nos acechan tras las esquinas y nos hacen maniobrar en uno u otro sentido, tiempos que nos restan tiempo y nos generan dudas. Bueno, creo que por el camino del optimismo se va mejor que por el otro, de verdad.
Respecto al cuerpo de roble (es para que no me borres ;) me gusta cómo has transformado la barrica en un elemento personificado, con vientre, cuerpo y sangre. ¡Chulísimo!
Una abrazo Miguel Angel y nos seguiremos leyendo.
Eres original saltándote las normas. Me alegro que te guste. Desgraciadamente no fue lo suficentemente bueno ni para ser finalista.
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