Allí, frente al espejo del baño, repasaba cada detalle. Bien afeitado, y eso que ponerse las gafas para apurar bien le hacía sentir ridículo. El traje de los domingos, o bueno, el traje, porque nunca tuvo otro, bien cepillado y sin una mancha. La corbata, que no recordaba la última vez que se la puso. Y un clavel en la solapa, que si recordaba la última vez que se lo puso, y la única, el día de su boda. A él le seguía pareciendo una mariconada, pero a las mujeres les gustan esas tonterías. Se sentía un poco estúpido. No tenía edad ya para temblarle las piernas si no era por la circulación o la artrosis. Y a los ochenta, los nudos en el estómago se deben a una digestión pesada o a la hernia de hiato. Pero ahí estaba él, frente al espejo del baño, arreglándose como si fuera su primera comunión, temblando como un flan y con un nudo en la boca del estómago. Cogió el bastón, pero en el último momento lo dejó contra la pared. Y enfiló la puerta, emocionado como un chiquillo. Cybrghost ...
Me gusta mucho, encierra una gran historia que yo misma puedo contarme. Cada vez distinta.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias. es que siempre hay una historia.
EliminarUno de esos micros en los que el autor sólo pone los andamios, Cybrghost, y -sin embargo- se puede apreciar la obra y cambiarla tantas veces como se quiera.
ResponderEliminarUn abrazo,
Te digo lo mismo que a Ana.
EliminarMe gusta.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Me alegro. Gracias.
EliminarTodos somos singulares y estamos en un lugar muy lejano de otros singulares.
ResponderEliminarsaludillos
Insisto, siempre hay una historia, ya lo dijo Rosendo.
EliminarSigue habiendo un tipo singular, quien, seguramente, tiene historias singulares que nos vas a saber contar.
ResponderEliminarMuy bueno Cybrghost.
¡Saludos!
Igual tiene suerte y cae en mejores manos. Gracias.
Eliminar